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miércoles, 14 de marzo de 2012

El drama de los que buscaron fortuna afuera y regresaron por la crisis

El retorno de los emigrantes fallidos
Algunos miembros de la fundación Deimir, de Cali, conformada por retornados de distintos países.

Buscaron fortuna en otros países, pero el 'tsunami' de la crisis los trajo de vuelta a Colombia.

Lo que por años intentaron las restrictivas leyes migratorias de países como Estados Unidos y España lo logró, en un lustro, la crisis económica: que los emigrantes vuelvan a casa. Si la década pasada se caracterizó por un éxodo histórico de colombianos, los primeros años de esta han estado marcados por el retorno.
Aunque el Ministerio de Relaciones Exteriores -responsable de la política migratoria- no tiene un censo oficial de 'retornados', entidades como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la ONG América, España, Solidaridad y Cooperación (Aesco) reconocen que el fenómeno es creciente. Aesco asegura que solo en Risaralda, cuna histórica de emigrantes, han regresado unos 40.000 en los últimos tres años.
Hasta esta semana, 2.580 colombianos se habían acogido al Plan de Retorno Voluntario lanzado por España a finales del 2009, según datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. El trato consiste en que el Gobierno les abona una prestación por desempleo, que oscila entre 500 y 20.000 euros (según el tiempo y la cuantía de su cotización a la Seguridad Social), y les da el pasaje aéreo de vuelta.
La oferta es tentadora si se tiene en cuenta que en ese país los desempleados suman cinco millones y que una cuarta parte de ellos son inmigrantes. La cifra de beneficiarios, sin embargo, representa un mínimo porcentaje de los que retornan, ya que la gran mayoría lo hace por sus propios medios, al no cumplir los requisitos para acogerse al programa.
Pese a las dificultades para contar a los 'retornados', varios estudios se han ocupado de las razones de su regreso y de su situación. La OIM publicó en el 2010 un retrato promedio, basado en encuestas a personas que acudieron al programa Bienvenido a Casa, de la Cancillería y la Alcaldía de Bogotá. La investigación arrojó que el 'retornado' es un varón entre los 41 y los 50 años, que regresó por las dificultades económicas de su país de acogida y cuya necesidad más apremiante en Colombia es el empleo.
Un estudio posterior, realizado por la Universidad Javeriana, añadió otro rasgo clave: tienen un nivel educativo alto. El 31,9 por ciento hizo toda la universidad; el 30 por ciento, secundaria, y el 15,5 por ciento, estudios técnicos o tecnológicos.
"Hay particularidades interesantes -explica el especialista en migraciones de la OIM Samir Puerta-. Los que han llegado de EE. UU., por ejemplo, no esperaron a quedarse sin plata antes de volver, lo que les ha permitido iniciar actividades productivas más fácilmente. Los de España, en cambio, llegan sin ahorros. Se los gastaron esperando que la crisis pasara".
Giros que ya no llegan
Esa es, precisamente, la primera consecuencia económica del retorno. Según datos del Banco de la República, desde el 2008, cuando las remesas alcanzaron un pico histórico de más de 4.800 millones de dólares, la cifra ha venido cayendo hasta llegar a poco más de 4.000 millones en el 2010.
Si la tendencia se mantiene, los expertos auguran años difíciles para regiones donde los giros son la locomotora económica. Un ejemplo es Risaralda, departamento que tiene en el exterior al 28 por ciento de sus 860.000 ciudadanos. Estos emigrantes enviaron a sus familias en Colombia 509,8 millones de dólares en el 2010, una cifra que es casi cuatro veces el presupuesto anual del departamento.
"No hay una caída muy dramática de las remesas, lo que refleja que los emigrantes que aguantan en sus países de acogida se están apretando cada vez más el cinturón para no sacrificar los giros", afirma un portavoz de la Dirección de Asuntos Migratorios de la Cancillería.
Apretarse el cinturón supone, obviamente, aumentar sus niveles de precariedad, según reconoce el mismo funcionario, quien afirma que muchos colombianos están recurriendo a prácticas extremas, como las 'camas calientes'. "Son dormitorios compartidos por varios inmigrantes que trabajan en horarios diferentes y que se turnan el uso de la cama", explica.
Pero ¿hasta cuándo aguantarán? Esta es la pregunta que se están haciendo los expertos en el tema migratorio, quienes aseguran que un retorno masivo podría generar graves desajustes económicos y sociales.
"Es una bomba de tiempo -afirma Carlos Arley Orozco, director del Comité de Investigaciones de Aesco-. Si tienes casi cinco millones de personas en el exterior, que envían dinero a cambio de nada, pero que de un momento a otro no solo empiezan a dejar de enviarlo sino que se convierten en una carga, puede ser dramático".
Volver, ¿para qué?
Este escenario empieza a preocupar al Gobierno. La Política Integral Migratoria aprobada en el 2010 definió por primera vez un plan de acción para atender a los que vuelven. Este contempla, entre otras cosas, establecer cuántos están llegando, ya que, según reconoce la Cancillería, los registros de entradas y salidas del país del antiguo DAS no lo han permitido.
Desde mediados del 2009 funcionan también los Centros de Recepción y Orientación de Retornados (Crore), con oficinas en Bogotá, Risaralda, Norte de Santander y Valle. En ellos -que han atendido a más de 2.000 personas desde mediados del 2009- los migrantes reciben asesoría para temas que van desde cómo abrir una cuenta bancaria hasta cómo traer su menaje desde el exterior.
Sin embargo, los 'retornados' reclaman subvenciones y créditos blandos para emprender proyectos productivos, ya que la mayoría no cuenta con historial crediticio.
El Gobierno hizo un primer intento a finales del 2010, cuando abrió una convocatoria para que pudieran acceder a una línea de créditos blandos de Bancóldex. Pero el sistema financiero no aceptó las condiciones, que le parecieron riesgosas, y muchos solicitantes se quedaron esperando los desembolsos.
"Ahora estamos buscando intermediarios que puedan respaldar esas deudas, como las cajas de compensación o el Fondo Nacional de Garantías", aseguran fuentes de la Cancillería.
Mientras se liberan los recursos, los 'retornados' se organizan por su cuenta. Ya hay al menos 15 asociaciones cuyos miembros se reúnen periódicamente para ayudarse entre ellos. Una de ellas es la fundación para el Desarrollo e Integración del Inmigrante Retornado (Deimir), que funciona en Cali desde agosto. "Somos unas 30 personas con tres cosas en común: sin ingresos, sin trabajo y sin ahorros -afirma Óscar Aguilar, uno de sus fundadores-. Pero también tenemos en común muchos años de experiencia, que podrían ser aprovechados".
Luz Stella Ríos'Aguanté pensando que la crisis iba a pasar'
Aferrada a la idea de que no hay mal que dure cien años, Luz Stella Ríos defendió con uñas y dientes el negocio que había logrado montar en Madrid tras más de 10 años de trabajo duro: un locutorio, que es como llaman allí a los cibercafés. Pero la crisis se llevó su pequeña empresa por delante y la trajo de vuelta a Pereira, casi que con lo puesto.
"Nunca pensé en emigrar a España -recuerda-. Trabajaba como administrativa en una academia de moda y un día atendí a una colombiana que vivía en Madrid. Entre ella y una amiga pereirana que tenía en España me despertaron el interés y en 20 días armé viaje".
A finales de 1997, en la antesala del boom migratorio hacia España, se fue como turista, aprovechando que no existía el requerimiento de visa, y se quedó. A las dos semanas, consiguió un trabajo cuidando a un anciano y a los pocos meses ya tenía la 'hoja rosa', el documento previo a la residencia.
Con una mezcla de suerte y esfuerzo, todo empezó a ir como la seda. Tres años después de su llegada, consiguió la licencia para administrar un quiosco de helados; luego comenzó a distribuir tarjetas telefónicas para llamadas a larga distancia y finalmente se asoció con una amiga para montar el locutorio. "Cada una nos sacábamos un sueldo de 1.500 euros y nos quedaba para ahorrar", recuerda.
Pero en el 2007 se vieron las primeras señales de alarma. Los inmigrantes llamaban menos y los giros menguaban en monto y frecuencia. "Me apreté el cinturón: trabajaba 18 horas al día; dejé de enviar dinero y empecé a cubrir el agujero con los ahorros que había generado el negocio... Aguanté pensando que la crisis iba a pasar, pero nunca ocurrió".
La agonía duró hasta finales del 2010, cuando decidió echar el cierre y retornar. Un año después, el balance es desolador. "De la pensión de mi papá vivimos mi mamá, mi hijo y yo -explica-. Hace unos meses acudí a una fundación para pedir un préstamo de 2 millones de pesos con el fin de montar un cibercafé, pero me lo negaron. Y no los culpo; yo en Colombia no soy nadie".
Ahora está entusiasmada haciendo cursos de Internet y de inglés en el Sena, con la idea de meterle el diente al sector turístico del Eje Cafetero, porque sabe que a sus 55 años ninguna empresa le va a dar trabajo. "No es fácil, pero me resisto a pensar que el sueño que logré en un país extraño, no pueda realizarlo donde nací".
Óscar Aguilar'Ahora que no enviamos remesas se nos ignora'
En los últimos 15 años, el arquitecto Óscar Aguilar ha sobrevivido a dos crisis hipotecarias. La primera lo sorprendió en Bogotá, a finales de los 90. Trabajaba en una entidad financiera, en el área de aprobaciones de créditos para constructores, cuando el crash del Upac devastó el sistema. Desempleado, buscó refugio en Nueva York, donde vivía un hermano suyo. Muy pronto se enganchó a una firma constructora, primero como diseñador y luego como contratista. Sin darse cuenta, se estaba metiendo otra vez en la boca del lobo, pues un par de años después estallaría la crisis de las hipotecas de riesgo en EE. UU.
"Comencé a sentir la presión entre el 2006 y el 2007 -recuerda-. Por un lado, los sueldos del sector se vinieron a pique y, por otro, comenzó la persecución a los ilegales". De ganar 40 dólares la hora pasó, en un lapso de 10 meses, a devengar la mitad. Al final, ya ni siquiera le ofrecían trabajo.
En el 2010, comenzó a hacer contactos en Colombia y hace un año regresó para montar un hostal en Armenia, Quindío. "El choque ha sido brutal -dice-. En Colombia la gente tiene otra forma de trabajar, uno viene desubicado en cuanto a los trámites que se necesitan para crear empresa y, sobre todo, uno es un sujeto negativo de crédito. Nadie te presta".
Hoy, su negocio está en las últimas por falta de músculo financiero. "Es triste que a los emigrantes, que durante años hemos alimentado este país a través de las remesas, ahora se nos ignore, porque yo en mis épocas de vacas gordas fácilmente enviaba mil dólares mensuales a cambio de nada".
Ahora, lo que envía son unas 15 hojas de vida al mes, se inscribe en todos los portales de empleo que conoce y en todos los cursos del Sena que puede. "Irse es duro, pero le aseguro que volver es peor, aunque no me resigno -comenta-. Más que como un retornado, uno se siente como un expresidiario".
Tienen potencial
"Quienes han vivido fuera llegan con dos competencias muy valiosas: ciudadanas, porque han residido en urbes desarrolladas, con valores culturales y de convivencia altos, y laborales, por la experiencia acumulada", afirma el experto en migraciones de la OIM Samir Puerta.
ALEJANDRO BAENA
Redacción Domingo

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